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PAULO (De ermitaño.) ¡Dichoso albergue mío! Soledad apacible y deleitosa, que en el calor y el frío me dais posada en esta selva umbrosa, donde el huésped se llama o verde yerba o pálida retama. Agora, cuando el alba cubre las esmeraldas de cristales, haciendo al sol la salva que de su coche sale por jarales, con manos de luz pura, quitando sombras de la noche oscura salgo de aquesta cueva, que en pirámides altos de estas peñas naturaleza eleva, y a las errantes nubes hace señas para que noche y día, ya que no otra, le hagan compañía. Salgo a ver este cielo, alfombra azul de aquellos pies hermosos. ¿Quién, oh celeste velo, aquesos tafetanes luminosos rasgar pudiera un poco para ver?... ¡Ay de mí! Vuélvome loco. Mas ya que es imposible y sé cierto, Señor, que me estáis viendo desde ese inaccesible PAULO (De ermitaño.) ¡Dichoso albergue mío! Soledad apacible y deleitosa, que en el calor y el frío me dais posada en esta selva umbrosa, donde el huésped se llama o verde yerba o pálida retama. Agora, cuando el alba cubre las esmeraldas de cristales, haciendo al sol la salva que de su coche sale por jarales, con manos de luz pura, quitando sombras de la noche oscura salgo de aquesta cueva, que en pirámides altos de estas peñas naturaleza eleva, y a las errantes nubes hace señas para que noche y día, ya que no otra, le hagan compañía. Salgo a ver este cielo, alfombra azul de aquellos pies hermosos. ¿Quién, oh celeste velo, aquesos tafetanes luminosos rasgar pudiera un poco para ver?... ¡Ay de mí! Vuélvome loco. Mas ya que es imposible y sé cierto, Señor, que me estáis viendo desde ese inaccesible